El Castro de las Barreras se sitúa en las tierras de cultivo pertenecientes al lugar de Ogas, parroquia de San Juan de Cambeda, al borde de la carretera A Coruña – Fisterra y en el perímetro del casco urbano de Vimianzo. Tiene, por lo tanto, una situación central con respecto al plano del término municipal y actúa como una puerta de dos espacios geográficos extraordinariamente bien caracterizados: las tierras litorales del arco conocido como Costa da Morte y los valles fluviales del primer nivel previo a la Depresión Meridiana.
El yacimiento tiene un emplazamiento singular, ya que se levanta en el centro de una llanura que forma el valle de Vimianzo. Aunque no es un hecho extraordinario, si que se trata de un patrón poco frecuente para los castros del Noroeste. No se trata del único castro del valle de Vimianzo, sino que en las proximidades del Pazo de Trasouteiro también podremos encontrar el Castro de Sansobre.
Su datación puede efectuarse en torno al cambio de era, abandonándose el castro en el contexto prerromano de la segunda Edad de Hierro. Lo atomizado y rodado de sus restos cerámicos, así como la poca altura que conservan sus muros, no es fruto tan solo de la rapiña, sino que también los intensos trabajos de labranza que se cometieron sobre estas tierras habrían destruido parte de los restos arqueológicos.
Se celebraron durante la última década varias campañas arqueológicas bajo la dirección de Ángel Concheiro. Gracias a su trabajo pudimos ahondar en la investigación de este lugar, ya consolidado como uno de los principales recursos culturales y turísticos del municipio.
A través de diferentes campas fuimos descubriendo, poco a poco, los secretos de su localización atípica en el interior del valle, la espectacularidad de su sistema defensivo -con un ancho foso seguido de un complejo terraplén- o una muralla que llega a alcanzar los diez metros de altura en alguna zona, lo que hacen de este yacimiento un importante punto de interés para la difusión de la cultura galaica.
Después de una limpieza en el 2009 se acometió la primera excavación en el año 2010. Se trataba de una actuación en la que valorar como objetivo prioritario las características de su registro arqueológico y un primer encuadre cronológico cultural. Aquella pequeña actuación obtuvo unos resultados muy positivos y revelaron un escenario esperanzador: restos de casas de muro de de piedra y un importante repertorio material, en su inmensa mayoría fragmentos de cerámica indígena.
Se continuó con el trabajo en el año 2018, cuando se realizó una excavación financiada en su totalidad por el Ayuntamiento de Vimianzo con fondos propios. Los resultados siguieron superando a las expectativas, al exhumar la mitad de las plantas de dos construcciones de planta circular una y ovalada la otra, así como un rico repertorio de restos de objetos de cerámica, piedra y metal.
En el 2019 se completó otra excavación, dejando al descubierto varias de las viviendas -con una de las cocinas más sofisticadas que se conocen de este período, al contar con una parte para hacer fuego, otra de brasas y un horno adosado-, al mismo tiempo que los arqueólogos certificaron que la muralla poseía un parámetro interior de piedra. El registro material fue el clásico de este castro: un completo repertorio de cerámica indígena de finales de la Edad de Hierro, industria y piezas líticas de gran porte y restos de objetos de bronce o hierro, entre los que destaca un cuchillo de pomo de anillo y hoja triangular asimétrica, una pieza soberbia concebida como un arma de montería y caza.
Destaca, sobre todo, la aparición de un hallazgo extraordinario, el de un betilo multifacetado que apareció recostado dentro de una de las viviendas. Esta pieza tiene similitudes formales con un tipo de objeto relacionado con la esfera religiosa en las antiguas sociedades mediterráneas. De hecho, la misma palabra “betilo” procede del semita “Beth-El”, que se podría traducir en “Morada de Dios” o “Recuerdo de Dios”. En Galicia solo habían aparecido elementos similares en castros costeros (Punta de Muíño de Vento (Vigo), Toralla (Vigo), Elviña (A Coruña)). Este objeto fue interpretado como un santuario o espacio de culto y agregación entre comunidades locales y foráneas, pero algunos arqueólogos mantienen aún dudas sobre su origen, cronología y funcionalidad.
Con respeto a su adscripción cultural, tenemos que valorar la inexistencia de material de importancia, cerámico o de otro tipo, en el contexto de su hallazgo. De hecho, el porcentaje de cerámicas de importancia en el yacimiento es mínima, por debajo del 0,5%, y, a excepción de un recipiente abierto localizado en la campaña anterior, muy poco características. Teniendo en cuenta todo esto, y la propia morfología de la pieza, con nueve lados y nueve vértices, diferentes a los otros posibles betilos del Noroeste, los arqueólogos plantean la hipótesis de que fuesen elaborados y usados en el mundo indígena, como parte del sistema religioso local, en contra de otros autores que sugieren que su procedencia debemos encontrarla en los mercaderes púnicos del Mediterráneo.
A pesar de que en la actualidad presenten el aspecto de un asentamiento de un solo recinto, y así fue históricamente descrito, un análisis detallado de su morfología sobre el terreno, así como la información que proporcionan las fotos antiguas y aéreas, llevan a pensar que, con mucha probabilidad, en su origen no fue así. Seguramente el primer castro tendría una barrera circular, ampliada en un segundo momento y destruida mayormente en el siglo XX, para aprovechar los materiales en la construcción de la carretera que pasa al pie de la aldea.
Aún quedan vestigios de la doble muralla que existiría a los lados del foso y que apreciamos con claridad en la parte más al sur del castro. Desde su alto también podemos apreciar algunas de las características de la zona, rodeado de terrenos de cultivo y con la proximidad del río de Cambeda, uno de los que atraviesa el valle vimiancés.
El Castro de las Barreras es de propiedad municipal, pro eso desde un primer momento se trató de hacer un énfasis especial en la dinamización del espacio, con actividades que acompañasen a las excavaciones arqueológicas para dar a conocer, de este modo, el Vimianzo de hace dos mil años.
Desde la pasada década, el Castro de las Barreras se consolidó como uno de los referentes del turismo escolar de la comarca, donde tanto las escuelas como las familias que quisieran acercarse, podrían comprender como vivían nuestros antepasados.
En los últimos años también se consolidó como uno de los referentes turísticos del municipio, realizándose en el verano visitas guiadas gratuitas a diario al propio castro, con el objetivo de sensibilizar a vecinos y visitantes de la importancia de este entorno y de su conservación.